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Desde la irrupción de los ordenadores en casi todos los ámbitos de nuestras vidas, el concepto de ergonomía ha adquirido una importancia creciente. La pantalla nos invita a permanecer durante mucho tiempo en una postura demasiado estática, y eso llega a suponer un problema para la salud. Los adultos lo notamos antes, pero también los jóvenes empiezan a acusar los inconvenientes de pasar muchas horas en la mesa de trabajo: estudiando, haciendo los deberes, y también en sus ratos de ocio, con el ordenador como protagonista. La ergonomía es la disciplina que estudia el diseño de lugares de trabajo, pero sus conclusiones también pueden (y deben) adaptarse al espacio donde estudian chicos y chicas de todas las edades.
Por eso hoy os proponemos algunos trucos para estudiar con comodidad.
Ante el ordenador:
- Alinear la espalda con la cabeza. Mantener una postura recta: los hombros encima de las caderas, y las piernas y los brazos en un ángulo de 90 grados. Además, no es conveniente cruzar las piernas
- Elegir una buena silla, que permita la regulación de la altura y la inclinación, y que posibilite una postura relajada.
- Mantener la pantalla a la altura de los ojos: ni más alta ni más baja. Nos ayudará a mantener la postura ideal.
En el espacio de trabajo:
- Levantarse y descansar unos 10 minutos cada 2 horas. Es más recomendable hacer pausas cortas y frecuentes, porque impiden que el cansancio se acumule. Si no es posible, por lo menos cambiar de postura a menudo.
- Mantener una buena iluminación: sin deslumbramientos, reflejos ni sombras. Lo mejor es una luz general, complementada con una luz local, encima de la mesa.
- Hay que encontrar el lugar y el ambiente adecuados a cada persona, pero mantener siempre ese mismo lugar.
- Buscar también las horas más adecuadas al ritmo de cada uno, sin descuidar la alimentación y un buen descanso.
Hace ya más de 10 años que Marc Prensky acuñó el término “nativos digitales” para referirse a los jóvenes que nacieron en un entorno tecnológico, en contraposición con sus padres, que han tenido que adaptarse a él de mayores y, por tanto, son emigrantes digitales. Según datos de la Fundación Telefónica, el 95% de los jóvenes de 14 a 24 años son usuarios de internet en España, pero no todos reflexionan sobre la importancia que tiene en sus vidas. Saben usarlo, pero ignoran cómo enfrentarse a toda la información que tienen a su alcance. Hablamos, pues, de la alfabetización digital de estos usuarios y sus familias.
El informe “Alfabetización digital y competencias informacionales” de Manuel Area, Alfonso Gutiérrez y Fernando Vidal, publicado por la Fundación Telefónica, concluye que la alfabetización digital no sólo tiene que ver con el manejo de aparatos y programas, sino más bien con las competencias intelectuales y emocionales para usar las TIC de manera inteligente. Y es que internet es el mayor proveedor de datos de la historia, pero hay que saber encontrarlos, manejarlos, analizarlos y convertirlos en algo útil.
Un ejemplo bien claro de esta realidad nos lo ha dado recientemente la empresa Google. Su motor de búsqueda, uno de los más utilizados a nivel global, es una potentísima herramienta de investigación, que no todo el mundo sabe aprovechar. Por eso han difundido, en un curso, algunos trucos que nos pueden ayudar: cómo saber que la información que hemos encontrado es relevante o no, qué hay que escribir para buscar dentro de un dominio concreto, o un tipo de archivo concreto, cómo buscar la palabra que necesitamos dentro de la web que nos ofrece, qué hay que hacer para filtrar los miles de resultados que aparecen… Las posibilidades són inmensas, pero no sólo se refieren a las herramientas sino que nos ayudan a definir cuales son las mejores palabras para hacer nuestra búsqueda. Son aspectos que muchos de esos nativos digitales no tienen en cuenta y, por tanto, se pierden la mitad (o más) de las posibilidades que les ofrece la época en que les ha tocado vivir. Saben tecnología, pero deben manejarla con las habilidades lingüísticas y técnicas de toda la vida.
Así que es lógico que, aprovechando las múltiples opciones formativas que ofrece la misma red, muchos estén ahora mismo “aprendiendo a aprender”. La tarea de padres y profesores es marcarles el camino.
Según datos del Instituto de Estadística de Cataluña, el 90% de los niños, hasta los 14 años, se considera lector de libros. Esta cifra baja hasta el 66% al cumplir los 15, probablemente porque la obligación lectora en la escuela disminuye. Pero hay quien opina que la falta de interés por la lectura puede obedecer a la dificultad para leer. De hecho, la enseñanza del proceso de leer ha cambiado poco, sin tener en cuenta que hoy los niños tienen multitud de estímulos visuales que van mucho más allá de la página impresa. Es decir, televisión, videojuegos e internet sustituyen el placer de la lectura, pero es difícil encontrar las estrategias para que ese placer se mantenga.
Una parte del problema radica en que se enseña a leer a los niños, pero no se les fomenta la velocidad y la comprensión lectoras. Diferentes estudios señalan que este aspecto es importante, pues leer a una buena velocidad hace que no se pierda el hilo argumental. Y existe un instrumento que mejora era capacidad de leer rápido y entendiendo lo que se lee. Se llama taquitoscopio y con él trabajan los alumnos de Estuditec. Lo que hace es mostrar una imagen o una palabra por un tiempo muy reducido. Con ello se consiguen algunas destrezas:
- Al centrar la vista en un punto, mejora la atención
- Se acelera el proceso de aprendizaje de la lectura
- Es útil, además, para niños disléxicos ya que la mente decodifica la palabra una vez que ha desaparecido.
De hecho, aunque el primer taquitoscopio está fechado en el año 1859, hoy es especialmente útil para los niños y niñas acostumbrados a recibir múltiples estímulos visuales a lo largo del día. Conviven con una cultura audiovisual cargada de imágenes, símbolos y emociones, hasta el punto que incluso escriben sus mensajes con dibujos que representan sus estados de ánimo. Y eso hace que el acto de leer se haya transformado radicalmente en los últimos años: ya no se lee linealmente y, por lo tanto, los métodos tradicionales deben dejar paso a otras formas de asimilar la información. Una información, por cierto, que se ha multiplicado hasta hacerla muchas veces inalcanzable en su totalidad. Todo eso, hoy, también forma parte del aprendizaje.
Antes de que ordenadores, proyectores y pizarras digitales comenzasen a entrar en el aula, bolígrafos y rotuladores fueron la primera tecnología con la que se toparon niños de varias generaciones. Y siguen siendo la herramienta básica con la que trabajan alumnos y profesores. La tecnología, sin embargo, también se aplica a estos instrumentos, para hacerlos más manejables, útiles y atractivos. La ergonomía trabaja para ello.
Numerosos estudios han demostrado que sujetar el bolígrafo de manera incorrecta puede influir notablemente en el rendimiento escolar e, incluso, originar fatiga y estrés. Por eso, las empresas fabricantes de instrumentos de escritura se preocupan de diseñar bolígrafos adaptados a las diferentes necesidades.
La forma perfecta no existe, entre otras cosas porque cada persona tiene una anatomía diferente, pero sí que hay una serie de determinantes que influyen en tener una buena postura y favorecer la escritura.
El profesor Ralph Bruder, del Instituto de Ergonomía de la Universidad Tecnológica de Darmstadt, estudia los principios básicos del trabajo humano. En una entrevista para la empresa Stabilo, Bruder explica cómo debería ser el mejor instrumento para escribir, especialmente pensado para aquellos que empiezan: diseñado para que genere entusiasmo y apoye una escritura limpia y legible, que favorezca una postura correcta, con una zona de sujección moldeada, adaptada para que la mano la sujete con libertad, y, por supuesto, adaptada también a la manera de sujetar de las personas zurdas.
El profesor Bruder insiste en que los profesores deberían hacer notar a sus alumnos cómo afectan a la escritura las diferentes maneras de sujetar el bolígrafo: unas cansan más que otras, unas ofrecen una letra más bonita que otras. Son variables que influyen en la motivación y el aprendizaje de los alumnos. Y también hay que tenerlas en cuenta.